Resulta chocante lo muy poco que ha cambiado el concepto de "dandi" desde que Baudelaire escribía sus obras con hastío y desmotivación allá en el siglo XIX. De hecho no creo que haya cambiado nada, quizás las modas y el estilo, pero realmente encierra la misma esencia.
Yo relacionaría este "dandismo" en la actualidad con el pensamiento adolescente. Perdidos, desmotivados, decepcionados con el día a día y preocupadísimos por su aspecto. Así somos, en general, los jóvenes. Pero no solo hoy, sino los jóvenes de todos los tiempos. Cambia la forma de vestir, el peinado, pero no el espíritu del "dandi". Seguramente sea porque se trata del "ecuador" de la vida, la época en la que uno intenta buscar su sitio y encontrarse. La sensación de no ser comprendido lleva al "dandi" a sentirse superior a los demás, no necesariamente perteneciente a una élite económica, sino fuera de toda clasificación y de toda clase, está por encima de ello.
La frustración del adolescente sumergido en el hastío le hace querer evadirse del mundo y despejarse un rato, lo cual le lleva a probar el alcohol y, por qué no, fumar de vez en cuando. Posiblemente todo sea fruto de la inseguridad, sobre todo la gran preocupación por el aspecto, el cual, por supuesto, jamás ha de ser descuidado.
Lo bueno de todo esto es que todos podemos decir con orgullo que en algún momento de nuestras vidas el espíritu del "dandi" se ha apoderado de nosotros, y sí, nos ha hecho estar más cerca de nuestro loco y querido Baudelaire.
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