"¿Qué crees que el mundo espera de ti?"
Curiosa pregunta. Probablemente parezca difícil de responder siendo planteada tan directamente, pero en el fondo es mucho más fácil que eso. Pienso que en realidad todos nos hemos hecho esa pregunta alguna vez a nosotros mismos, aunque no seamos del todo conscientes de ello. Quizás sea el miedo a expresarnos lo que nos cohíbe de ordenarla bien en nuestra mente, de responderla en alto.
Todos tenemos una meta, o incluso más de una. Podría describir mi caso como el de una adolescente de diecisiete años con varios hobbies los cuales podría explotar si se lo propone. Le gusta escribir, le gusta expresarse, y no le importa hacerlo si se lo piden o incluso lo practica cuando tiene tiempo. Todavía le apasiona más cantar, y también es algo que hace a menudo, pero ha descartado esa idea como medio para conseguir una estabilidad económica de aquí a diez años. Su principal objetivo son los idiomas. Perfeccionarlos, aprender nuevos, y lo más importante: poder acceder a estudiarlos. Sabe que la gente lo espera de ella, sabe que necesita esforzarse mucho a nivel académico para cumplirlo, que esa es la manera de conseguirlo. Y es una triste cifra en una prueba de acceso a la universidad, que siempre le está rondando la cabeza junto a las palabras "traducción e interpretación de inglés", por lo altísima que está y lo difícil que resulta llegar. Le parece triste que su pasión e incluso ella misma sea definida como un par de números, pero está segura de que eso es bueno, de que eso significa que realmente lo es. Que incluso un hobbie que se le de bien y que lo hace casi sin esfuerzo vaya a costarle mucho de éste para transportarlo a su vida, para básicamente vivir de ello. Y es con ese pensamiento con el que se alimenta el espíritu de la chica. Me alimento con la certeza de que realmente, es mi pasión.
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