Recuerdo que fue el único verano de mi vida que deseaba que se acabara pronto, y ahora lo pienso y casi no me lo creo. Estaba eufórica, nerviosa, expectante.. Realmente tenía ganas de comenzar el instituto.
De esta última resulta difícil hacer un resumen, por eso prefiero señalar algunas anécdotas y personas que me han marcado.
A cualquiera le gustan los intercambios, y más si es a Alemania y durante toda una semana. A mí me encantó, y fue una de las experiencias más increíbles que me ha ofrecido el IES Nazarí, pero debo admitir que fue otro hecho el que sé que jamás olvidaré, y con detalles. A muchos les resultará una tontería, porque ni siquiera salimos de España y fue un viaja claramente muy sencillo, pero sinceramente el lugar y los adornos son algo añadido, con lo que de verdad uno se queda es con la compañía. En efecto, se trata del viaje de estudio de 4º de ESO. Y, ¿qué decir? supuso una convivencia diaria con personas que, aunque antes no tuviese tanto trato con ellas, a partir de esa semana las empecé a ver de un modo diferente. En resumidas cuentas: cogimos una confianza entre nosotros bestial. Tonterías sin sentido, carcajadas hasta llorar, alguna que otra vez saltarse las normas... Todo lo que conlleva acabar de cumplir 16 años y que el mundo en sí ya parezca motivo de burla. Una etapa de mi vida que, aunque quisiera, no podría alejar de mí.
Pero en realidad quiero hacer referencia a la persona que más ha influido en mí y que más me ha obligado a reflexionar, darle vueltas a las cosas y al final terminar, cómo no, con alguna maldita lágrima, en el ámbito de la enseñanza: Coral. Sí, así dicho es que parece inofensiva y suena gracioso y todo, porque nunca antes de conocerla habíamos oído tal nombre. Pues sí, nuestra inofensiva Coral, tutora en 2º y 3º de ESO, ha quedado tatuada a fuego en mi mente. Lo curioso es la horrible e imposible asignatura que impartía: física y química. Yo, Rocío Sáez Martín, sencilla alumna de letras que sabe que es de letras desde que tiene uso de razón, admiraba a una persona que pretendía dos veces en semana que me aprendiera la tabla periódica de memoria.

Nadie se lo merece más que tú, Coral.