miércoles, 22 de abril de 2015

En mi memoria


Recuerdo que fue el único verano de mi vida que deseaba que se acabara pronto, y ahora lo pienso y casi no me lo creo. Estaba eufórica, nerviosa, expectante.. Realmente tenía ganas de comenzar el instituto.
De esta última resulta difícil hacer un resumen, por eso prefiero señalar algunas anécdotas y personas que me han marcado.

A cualquiera le gustan los intercambios, y más si es a Alemania y durante toda una semana. A mí me encantó, y fue una de las experiencias más increíbles que me ha ofrecido el IES Nazarí, pero debo admitir que fue otro hecho el que sé que jamás olvidaré, y con detalles. A muchos les resultará una tontería, porque ni siquiera salimos de España y fue un viaja claramente muy sencillo, pero sinceramente el lugar y los adornos son algo añadido, con lo que de verdad uno se queda es con la compañía. En efecto, se trata del viaje de estudio de 4º de ESO. Y, ¿qué decir? supuso una convivencia diaria con personas que, aunque antes no tuviese tanto trato con ellas, a partir de esa semana las empecé a ver de un modo diferente. En resumidas cuentas: cogimos una confianza entre nosotros bestial. Tonterías sin sentido, carcajadas hasta llorar, alguna que otra vez saltarse las normas... Todo lo que conlleva acabar de cumplir 16 años y que el mundo en sí ya parezca motivo de burla. Una etapa de mi vida que, aunque quisiera, no podría alejar de mí.

Pero en realidad quiero hacer referencia a la persona que más ha influido en mí y que más me ha obligado a reflexionar, darle vueltas a las cosas y al final terminar, cómo no, con alguna maldita lágrima, en el ámbito de la enseñanza: Coral. Sí, así dicho es que parece inofensiva y suena gracioso y todo, porque nunca antes de conocerla habíamos oído tal nombre. Pues sí, nuestra inofensiva Coral, tutora en 2º y 3º de ESO, ha quedado tatuada a fuego en mi mente. Lo curioso es la horrible e imposible asignatura que impartía: física y química. Yo, Rocío Sáez Martín, sencilla alumna de letras que sabe que es de letras desde que tiene uso de razón, admiraba a una persona que pretendía dos veces en semana que me aprendiera la tabla periódica de memoria.

Con todo esto quiero intentar explicar que no fue tanto lo que me enseñó a nivel académico como a nivel personal. Recuerdo clases de tutoría en las que ella se dedicaba a hablar y charlar con nosotros. Bueno, "charlar". Había un punto en el que una no tenía ni la fuerza para hablar, se limitaba a oírla y a pensar. Todas sus reflexiones, sus consejos, sus experiencias.. hacían a casi la totalidad de una clase llorar. Se trata de una de esas personas con mucha humanidad, a la que le interesaba mucho más que fuésemos felices que ver todo lleno de dieces en nuestros resultados. Y en realidad, ni siquiera ella sabe lo que le debo. De hecho dudo que sea consciente del efecto que tuvo en muchos de nosotros. Y espero que esté siendo muy feliz con lo que hace y en el lugar que está ahora mismo, porque después de tantas cosas se lo merece. Nadie se lo merece tanto.

Nadie se lo merece más que tú, Coral.








viernes, 17 de abril de 2015

El principio del fin

Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso ser humano. Ni aunque lo hubiese intentado podría haber descrito el pudor que sentía al verse yaciendo ahí, en la cama, después de haber caído de donde solía dormir: el techo.

Después de tomar contacto con los muebles de su habitación desde su nueva perspectiva, apenas le dio tiempo a comenzar a angustiarse por su estado cuando ya tocaban a la puerta de su habitación. En efecto, se trataba de más humanos. De sus bocas tan solo salían órdenes, quejas por el dinero, obligaciones que él, Gregor Samsa, humilde escarabajo pelotero, supuestamente debería ya estar cumpliendo. No entendía nada. Lo único que sí sabía es que nada estaba peor visto en su sociedad que un ser humano. Jerarquías, autoridades, imposiciones.. y lo que más le había sorprendido siempre: egoísmo. 

Pero por otro lado, ahora era él, un "simple y asqueroso" escarabajo, el que se había, aún sin saber por qué, introducido en aquel terrible mundo. Ahora él tenía el mando, y aunque su supuesta familia no lo supiera, estaba dispuesto a tomar medidas.


miércoles, 15 de abril de 2015

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Quería darle un hueco a esta canción y dedicarle algo de mi tiempo, ¿y qué mejor que la excusa de mi trabajo semanal para hacerlo?

"Hermosa taquicardia". Es curioso cómo tomamos como belleza aquello que nos confunde, nos asusta, nos provoca esa "taquicardia" de la que habla Leiva, pero en el buen sentido. Se trata de una taquicardia de las buenas, de esas que necesitas para sentirte viva, de las que te activan. Es una señal de que alguien te mueve algo por dentro. Cuando tienes una cita, vas de camino y sientes los nervios, y ahí piensas "¿pero cómo me está pasando esto?". Creo que es necesario que alguien te provoque eso alguna vez en la vida.

Hermosas taquicardias, estaríamos perdidos sin ellas.


"Los mayores"

Qué ilusión ser los grandes del "cole". Sí, llegó la hora de hacer sexto de Primaria, ya nadie nos lo podía impedir. Recuerdo la sensación con cariño, recuerdo lo ilusionada que estaba al entrar en aquel curso. Ya sabéis, el último año antes del "insti", ser los más mayores en todo el colegio.. resulta ser una tontería de críos, pero es que aunque creyera que ya no, en ese momento no era más que eso.

Primaria fue una época divertida y rara al mismo tiempo, Se trata de la primera vez que uno intenta buscar su sitio, es el comienzo del camino, quizá no tanto los primeros cinco años, pero sí sexto de primaria. De aquel curso lo que mejor recuerdo es el esperadísimo y ansiado viaje de estudios, que en realidad tan solo duraba tres días y no estaba muy lejos de donde vivíamos. Pero realmente sirvió de mucho, sirvió como amago de independización, como una prueba de supervivencia sin los padres. ¿Sabríamos llevar a cabo los cuidados diarios sin ellos?.

Marcó el comienzo de algo importante, de un cambio en nuestras vidas. Nos abrió paso al instituto.


sábado, 11 de abril de 2015

Como si fuera ayer

Lo recuerdo como si fuera ayer. Mi color era el rojo. Ahora entiendo por qué cada clase de niños se correspondía con un color, así era mucho más fácil que no se dispersaran. Solo teníamos que buscar una pareja para coger de la mano e ir así en fila camino al aula. Sí, hablo de Infantil, y no en general, si no de un día en concreto. Quizás sea el único, o de los pocos días de Infantil que recuerdo, puesto que como ya habréis imaginado, era bastante pequeña. 

No era un día cualquiera, las cosas no estaban como siempre. Una pelea tonta y bien típica entre niños de esa edad había tenido lugar entre la que sigue siendo mi queridísima amiga Rosalía, y yo. Puede sonar a tontería, la verdad es que seguro que no fue algo relevante ni de gran importancia, supongo que algo fruto de los caprichos y el egoísmo de los niños pequeños. En cualquier caso, no era ella la que iba de mi mano para entrar en clase. No sé cómo recuerdo con tanta claridad lo que pasó a continuación: Rosalía se acercó a mí y pronunció la típica frase de después de las "peleas". "¿Nos perdonamos?". Y como si nada, antes de que nos diéramos ambas cuenta, nuestros pequeños deditos se cruzaron de nuevo, como debía ser.

La verdad es que no se trata de una gran anécdota, ni de un momento raro o fuera de lo común, pero para mí es especial. En aquel momento no me di cuenta, y quizás no lo he hecho hasta que se me ha hecho recordar y pensar sobre mi infancia, pero ahora, y desde mis sensibles ojos de dieciochoañera, entiendo el significado de aquella pequeña acción.